martes, 22 de noviembre de 2016

La laguna

Esta noche soñé con la laguna. Agua fría y profunda entre las rocas, y nosotros, muy jóvenes, saltando y jugando; pero a la vez nosotros, viejos, contemplando los juegos desde la orilla. Una ninfa me dijo "si quieres llegar ahí, has de pasar ahora por este camino, antes de que lo cubra la marea." Y pasé, pero no llegué a tiempo. Me vi en lo alto de una torre y allí estaban mi ataúd y el tuyo.
Quise desesperadamente volver a los lugares donde había estado Dios. Pero hasta el mar estaba invadido por demonios. Unos demonios eran peces y otros dientes. No había a quien recurrir. No había lugar que no estuviera lleno de sus miradas iracundas. Intenté pensar en el niño, pero el niño permanecía allí, intocable, lejos, inaccesible, y no pensé más en él para que se salvara del horror que era mío, ya ni siquiera tuyo, pues tú reías y yo creo que nunca viste a los demonios.
Y de toda mi vida, ¿qué se ha salvado? pensé. Y entonces vi un fragmento de cielo azul y rosa. Las nubes, solo las nubes se salvaron.

sábado, 19 de noviembre de 2016

time not our time

Hubo varios días que no existieron, cuando Eliot te hablaba desde el otro tiempo que no es el nuestro, y veía una campana en el mar, y unas viejas como las parcas cosiendo aquella cronología que no era cierta, aquel orden con el que volverían a engañarnos.
La memoria hace su puzle, el director de escena cambia los gestos de un personaje a otro, el actor a veces debe representarse a sí mismo.
Yo me escondo detrás del escenario y los veo.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

1975

Recuerdo el año 1975. Llovían portadas de periódicos con sustos y amenazas. Ese año iba a pasar a la historia. Yo tenía 8 años, aunque creo que nunca tuve 8 años, sino ocho mil.
Recuerdo que el día 16 de marzo de 1975, por la tarde, mi abuelo José, que siempre estaba contento y repartiéndonos caramelos y quesitos MG, y que no se enfadaba cuando nos escondíamos debajo de la mesa y le quitábamos las zapatillas y le imitábamos la tos, etcétera, de repente se puso muy serio y dijo: "siento el frío de la muerte".
Se hizo el silencio. Dejamos de jugar. Yo me quedé muy quieta mirándolo y sentí que cumplía un milenio más de repente. Después mi padre dijo qué va qué va, qué dice, usted está de maravilla. Esas cosas.
El 19 se murió. Era su santo. También el mío.
Mi abuelo muerto era amarillo y muy flaco. No se parecía nada a sí mismo. No lo quise mirar. Miré al helecho, a la ventana, al mundo. A algo muy oscuro que se metió en la casa y se deslizaba y jugaba con una destreza inimaginable y cruel.
Hoy sentí un frío extraño, abuelo, y me acordé de ti.
Gracias por todo.

martes, 15 de noviembre de 2016

la verdad

Cuando era muy joven quería ir al Paraíso. Y fui. Pero cuando llegué, descubrí que el Paraíso tenía carcoma. Lo toqué y se deshizo.
Luego miré mi mano.
Mi mano era más bella que el Paraíso.

lunes, 14 de noviembre de 2016

los ojos de Europa

Me voy a acostar con Europa, la de turbios ojos azules en los que ola tras ola me pierdo, en los que ola tras ola ellos están perdiendo la vida por la ciega esperanza.
Me voy a acostar con Europa y latir sobre su corazón apagado. No soy Zeus y me gustaría serlo. Me gustaría más ser Apolo o Venus. Me gustaría que las flechas de Cupido fueran de oro y no de plomo.
Me voy a acostar con Ovidio, con Garcilaso, con todos los exiliados y sus Tristia.
Para ver si aún hoy es siempre todavía. Para que Orwell no tenga razón.
Será como un suicidio, como un poema de Pavese.
Mudos, descenderemos al abismo.

"El rapto de Europa", Rafa Fernández, Costa Rica

domingo, 13 de noviembre de 2016

años liliputienses

Cuando estuve en Liliput, si es que fue real, llovían flechas pequeñitas como paranoias. Cuando empecé a construir esta nave no usé las cosas pequeñitas de Liliput, sino los materiales que ya llevaba desde siempre en mi mochila de adn.
El adn sirve para todo: para hacer una tortilla de patatas, para follar, para no follar, para ir y quedarse y no partirse. Los genes recesivos un buen día gritan, gritan se acabó y mean sobre los incendios con princesas enanas cuya fresa de la boca se pudrió en el interior de un palacio que es del tamaño de la uña de mi dedo meñique del pie.
No sabía si la nave era para navegar o para volar. El niño dijo, como si me leyera el pensamiento, si prefería estar al fondo del mar o por el cielo. De algún modo intuíamos peces voladores o pájaros submarinos, o sabíamos el niño y yo que tanto azul no podía ser cierto, o no podía ser divisible.

sábado, 12 de noviembre de 2016

CUATRO

Día 4

Las islas no se acaban nunca.
Las islas.
El mar es suave y respetuoso. Si te asesina, algo habrás hecho.
El mar recita sus poemas y el marciano y yo lo escuchamos toda la noche, una noche en que un pescador tiene más luz que la luna. Una noche en que la luna se avergüenza de sí misma mientras el pez avanza hacia su muerte y hacia mi plato.



Día 5

He descubierto que el día 4 nunca existió, y que los números no sucedían así como nos dijeron. El niño decía uno, uno, uno. No decía uno, dos, tres. El niño tenía razón.
El niño dijo un día: No te preocupes más. Dios no existe. Nunca he visto a nadie asomado detrás de las nubes.
El niño tenía razón, pero yo no le hice caso.
Yo no tengo razón ni la quiero.

viernes, 11 de noviembre de 2016

Días 1, 2 y 3

Hoy es el día 1, por qué no. Me deslizo en el medio de los anuncios y de los ratones y de sus fiestas de ratones. Soy el queso que huye de sus bocas, escuchando la música que aún sobrevive entre anuncio y anuncio.
Yo también soy un anuncio.
¿Cómo era el mundo real? Aquel que con tanta ilusión aquel día tomamos por cierto, y mordimos, y nos mordió.
¿Era el mundo real un anuncio también? ¿Era Tomás de Aquino un publicista de Dios?




Día 2

Hoy es el día 2. Ninguna noche ha sido necesaria. Nada más un pequeño parpadeo. Alguien, en un anillo de Saturno, me ha visto. Hace locas señales como un náufrago.



Día 3

Aunque no le respondo, el marciano de Saturno sabe que estoy aquí. Eso ya es mucho, dice, a través de una inmensa cantidad de espacio, unos centímetros apenas en esta foto.
Aquí, dentro del búnker, no se vive mal del todo. No hay anuncios.
Al principio fue muy difícil vivir sin publicidad. Pero necesito experimentar si todavía existe lo privado. Necesito saber si hay un self más allá de los selfies.
El marciano no lo entiende y sigue recitando a Neruda.