miércoles, 16 de noviembre de 2016

1975

Recuerdo el año 1975. Llovían portadas de periódicos con sustos y amenazas. Ese año iba a pasar a la historia. Yo tenía 8 años, aunque creo que nunca tuve 8 años, sino ocho mil.
Recuerdo que el día 16 de marzo de 1975, por la tarde, mi abuelo José, que siempre estaba contento y repartiéndonos caramelos y quesitos MG, y que no se enfadaba cuando nos escondíamos debajo de la mesa y le quitábamos las zapatillas y le imitábamos la tos, etcétera, de repente se puso muy serio y dijo: "siento el frío de la muerte".
Se hizo el silencio. Dejamos de jugar. Yo me quedé muy quieta mirándolo y sentí que cumplía un milenio más de repente. Después mi padre dijo qué va qué va, qué dice, usted está de maravilla. Esas cosas.
El 19 se murió. Era su santo. También el mío.
Mi abuelo muerto era amarillo y muy flaco. No se parecía nada a sí mismo. No lo quise mirar. Miré al helecho, a la ventana, al mundo. A algo muy oscuro que se metió en la casa y se deslizaba y jugaba con una destreza inimaginable y cruel.
Hoy sentí un frío extraño, abuelo, y me acordé de ti.
Gracias por todo.

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